viernes, 2 de diciembre de 2011

¿Arquitectura sostenible?


Parece paradójico que uno de los términos más utilizados y debatidos de los últimos tiempos, es una palabra que ni siquiera existe en el diccionario:sostenibilidad. Nos encontramos ante un amplio espectro de referencias y alusiones. Palabras como bio-construcción, eco-diseño, biomímesis se escuchan cada vez con mayor frecuencia. ¿Pero realmente sabemos cual es el camino correcto a seguir desde el ámbito de la arquitectura y el urbanismo?

Podríamos decir que en la última década, hablar de medio-ambiente es lo mismo que hablar de sostenibilidad, esa palabra ambigua y que se relaciona con múltiples disciplinas. Desde el ámbito de la arquitectura y el urbanismo hemos caído dentro de una espiral de culto por la tecnocracia y se piensa que el uso e investigación de las más altas tecnologías pueden acercarnos a lo que pretende llamarse “arquitectura sostenible”.

El gran ejemplo del siglo XXI son las nuevas ciudades sostenibles, tales como el proyecto de Masdar City, la gran ciudad ecológica diseñada y ubicada en Abu Dhabi. Alimentada por completo con energía solar, se planta un sistema de transporte público que se desplazará en vagones sobre carriles magnéticos y las calles peatonales estarán cubiertas con paneles fotovoltáicos, diseñados para generar sombra así como abastecer de energía a la ciudad. Masdar no es el único proyecto de este tipo en marcha, pues iniciativas de modelos de ecociudades existen por todo el mundo, tales como la ciudad Dongtan, en China, que compite con Masdar en términos de tamaño y que aparentemente ha sido un proyecto fallido. Todo esto suena muy bien, la pregunta que surge es ¿Realmente son necesarias todas estas infraestructuras?

Pese a todos los esfuerzos por acercarse al diseño urbano “ecológicamente más acertado”, parece que los arquitectos y urbanistas hemos aprendido poco en los últimos 50 años. Existen conceptos importantes como el metabolismo urbano que son ignorados totalmente en estos nuevos proyectos. Ya desde 1961, Jane Jacobscriticaba el diseño de ciudades [en este caso, modernistas] al considerarlas contrapuestas a la naturaleza viva de sus habitantes, quienes se relacionan en comunidades caracterizadas por capas complejas y en caos aparente y no según criterios de ordenacion basados en el uso estático del suelo.

Si entendemos metabolismo urbano como el intercambio de materia, energía e información que se establece entre el asentamiento urbano y su entorno natural o contexto geográfico[2], no cabe más que preguntarse ¿cómo es posible que este tipo de ciudades, aisladas del resto del mundo, construidas por una fuerza laboral importada y formada por inmigrantes de diversas procedencias, sean sostenibles?

El impacto de estas ciudades sobre la biósfera es enorme, ya que las relaciones entre materiales y procesos sociales es casi nula.

Ahora sabemos que no es posible diseñar bajo parámetros sostenibles sin tomar en cuenta lo que Óscar Carpintero define como “flujos ocultos”, ya que el problema ecológico aparece al comprobar que la presión que las economías realizan sobre el medio ambiente se debe, en gran medida a la dimensión alcanzada por estos flujos ocultos no valorados[4]. Gran parte de este problema surge al constatar que un alto porcentaje de los flujos ocultos es importada de otros territorios.

Lo que queremos proponer con este post es simplemente comenzar a cuestionarnos. ¿De qué forma podemos concebir mejores ciudades? O en realidad, ¿Es necesario concebir nuevas ciudades? No sería más sensato detener por un momento las ansias de crecimiento y evaluar todo ese enorme campo urbano que existe ya y buscar nuevas vías para adecuar las ciudades existentes a los nuevos requerimientos sociales, culturales y espaciales de este siglo.

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